lunes, 8 de febrero de 2010

Carmen


.
Tercera llamada... Comenzamos...
.
.
.
.
De nuevo me despierta éste maldito dolor, como si se reventara todo por dentro
.
El gesto en mi cara alerta a Carmen que se apresura a presionar el botón mágico, ese con el que en cuestión de segundos aparece una enfermera siempre amable y atenta, para pincharte alguna vena con el “mayor cuidado” de aquel líquido bien avenido de la ciencia que medio quita el dolor, y se despide de ti con una blanca sonrisa tan bien trabajada que podría pasar por sincera, seguida del “llámeme si necesita cualquier cosa”
.
Pero en ésta ocasión quien aparece es el médico, ese tipo de buena facha con pantalón de pinza e inmaculada bata blanca; que se convierte en tu dueño cuando no te quedan más energías para rechazar sus “sugerencias” médicas. Eso es lo que me tiene en ésta cama, en éste muy bonito y lujoso cuarto de hospital en el que Carmen se ha empeñado en tenerme
.
No he alcanzado a escuchar bien lo que el matasanos habla con ella, mientras le pica a la maquinita esa que administra el medicamento, el dolor y el esfuerzo para respirar me mantienen desorientado, pero noto que la expresión en el rostro de Carmen cambia, han aparecido esos surcos en su frente, señal de que algo no anda bien
.
Seguramente le han hablado de la cuenta, y cómo no van a ir mal las cosas si con sólo la pinta del médico con sus zapatos de algún animal exótico me doy una idea de en cuánto está saliendo el chistecito, le he de estar pagando el enganche del nuevo departamento al cabrón
.
Pero en cuanto se vaya, Carmen me va a escuchar. Parece que no se da cuenta de lo inconsciente que es, la situación no está para andar regalando el dinero, además ni con los varios ceros extras en la factura han atinado a descubrir que tengo
.
Al fin aquel hombre se ha marchado y me dispongo a tomar la palabra, pero me distrae eso que se escucha, suena como… sollozos, sí, sollozos. Son de Carmen
.
Mi Carmen, 37 años juntos y nunca se le terminó de quitar lo despilfarrada. Desde que anduvimos de novios tuve que enseñarle a cuidar el dinero, a ahorrar y no gastar en tonterías, vaya que le invertí su tiempo, pero lo medio entendió, mujer a fin de cuentas
.
Nuestra boda fue sencilla, sólo la familia y uno que otro amigo muy allegado, tuve que ser enérgico en ese asunto, y hacerla respetar el presupuesto que con mi muy buen sentido administrativo le autoricé. Nada de invitados de más o salones costosos. Con unas mesas bien acomodadas en la parcela de mi compadre, una birria con su sopa de arroz, nada de alcohol para no fomentar el vicio, y el que lo tuviera pues que lo pagara y tres chamacos conocidos de mi primo mesereando, tuvimos una celebración sin excesos
.
Para la luna de miel se me ocurrió una excelente idea, en lugar de uno de esos viajes de una semana a playas exóticas que suelen ser carísimas, me la llevé de paseo los 3 fines de semana siguientes.
A la feria de la ciudad, a comernos unos churros azucarados con chocolate en el puesto de su tía Gertrudis, que por supuesto y como era lo correcto, no nos cobró. A un día de campo en unas praderas muy tranquilas que conocía, donde desde luego llevamos comida que ella misma preparó en casa. Y al balneario “Laguna Bonita”, donde descubrí con grata sorpresa que mi querida Carmen no sabía nadar, lo que fue el motivo perfecto para no volver nunca más a ese lugar que había sido el más peligroso de todos, pues quería que le rentara una llanta salvavidas para meterse al agua, afortunadamente logré hacerla entrar en razón, si no sabía nadar para qué arriesgarse de esa manera, mejor quedarse sentadita en la orilla mojándose los pies
.
En ocasiones Carmen se molestaba con mis decisiones, como el día que le dije que gastaba mucho en “su arreglo personal” como decía ella. Le gustaba andar siempre bien arregladita, con sus labios color carmín y sus chapetitos colorados, pero Dios sabe que no lo necesitaba para verse hermosa, ni el maquillaje, ni tantos vestidos, con un cambio por día de la semana que pudiera combinar entre sí y 2 pares de zapatos era más que suficiente
.
Vivimos en la casa que me dejaron mis padres, que no es muy grande pero fue perfecta para los dos. Sin lujos innecesarios nunca nos faltó nada. La estufa de leña le daba calor al hogar, le tenía también una tinota con su tallador para lavar la ropa y le acondicioné el tendedero en la parte de atrás. Al principio Carmen se quejaba de que se cansaba mucho y se le maltrataban las manos, pero yo sabía que era cuestión de tiempo para que se acostumbrara a los quehaceres de la casa, después de todo no eran mas que las obligaciones de toda mujer; yo trabajaba y proveía y ella se encargaba de lo demás
.
Alguna vez le entró la tarantela de querer hacer remodelaciones aquí y allá, argumentó que sería necesario hacer cambios para cuando llegaran los hijos… ¡Hijos! Carmen se estaba volviendo loca, cómo se le ocurría pensar en hijos, eso sólo representaba más gastos, que el parto, los pañales, colegiaturas, enfermedades… Me costó mucho hacerla desistir de su imprudente idea, no me quedó de otra que comprarle su lavadora con rodillo para que pensara en otra cosa y de paso no se quejara de tener las manos ásperas
.
Las ásperas manos de Carmen que le cubrían el rostro mientras sollozaba
.
Ya no pude decirle nada, sabía que el final se acercaba y que al ser sólo ella y yo no habría nada que pudiera compensar el vacío que estaba a punto de dejarle. Sólo atiné a mirarla y extenderle mi mano para tratar de reconfortarle. Pero ella no acudió a mí, y desde el pie de mi cama su llanto comenzó a volverse risa, una risa gozosa, de esa que te sale de la entraña, que me habría contagiado de no haber sido por lo que escuché después…
.
-Ha dicho el médico que ninguno de los estudios que te han realizado logra determinar el origen de tu mal, y no me sorprende, he sido muy cuidadosa, eran unas hierbas muy caras, había que saber administrarlas, y quien mejor que yo, que aprendí de ti, pero puedes estar tranquilo, que también ha dicho que todo está por terminar, al fin la vida junto a ti toma sentido, al fin los dos vamos a descansar. Y por los gastos no te preocupes, que ahora correrán por mi cuenta-
.
La escucho aturdido, y el dolor aparece de nuevo, como si se me reventara todo por dentro, los aparatos suenan, las enfermeras llegan, y yo sólo puedo ver a Carmen al fondo de la habitación con esa expresión de angustia y tristeza en la cara, tan bien trabajada que no habrá nadie que dude de ella
.
.
.
.
.
MuGrOsItA
.
.
Avaricia
.
.
.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Carmen, se me perdió la cadenita, que tu me regalaste Carmen, que tu me regalaste.

Que onda con los avaros, yo creo que como dice el dicho "la burra no era arisca..." , en este caso se aplicaría en el sentido de : "El avaro no se hizo solo, la crisis lo creo...". Muy bueno.

Anónimo dijo...

chico che y la crisis :P



nais nais.... esta Carmen.


y si... "me enamoré de alguien q no usa perfume y huele bien" y no es broma :S


mmmmmmmmmmm q ricoooooooooooo!

nallely chavarría dijo...

tss...que bonita familia jajaa!

la avaricia tss es cruel..

esa sensación de nunca ceder y siempre mantener activos los vacíos u.u